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Con todas las medidas de seguridad recomendadas, el club de lectura del Museu Tèxtil ha podido realizar una sesión presencial y la habitual clausura de verano. Durante el encuentro, hemos comentado aspectos formales de la novela La ladrona de vestidos de la autora británica Natalie Meg Evans, como puede ser el estilo narrativo o el tratamiento de personajes. Posteriormente, hemos dedicado un tiempo a la tertulia, con opiniones y comentarios personales de todas las participantes.
Aunque se trata de una novela amena, todas han coincidido que la autora aglutina muchos acontecimientos y personajes a la vez, creando un argumento un tanto recargado de hechos. Algunos de los personajes están poco definidos, incluso son poco creíbles por todas las circunstancias que viven o por cómo afrontan su destino.
La ambientación en el París de los años treinta, las descripciones de los vestidos de alta costura y el mundo de la moda, y, sobretodo la parte dedicada a la falsificación de piezas es la que más ha gustado y nos ha hecho mantener el interés hasta el final.
Así, la lectura ha sido un motivo para acercarnos al mundo de las falsificaciones de las grandes marcas y los grandes diseñadores. La protagonista de la novela, Alix Gower, se ve inmersa en un grupo de timadores que la utiliza para copiar diseños de una gran casa parisina y venderlos a América, donde la moda francesa causa sensación.
Y es que ya a inicios del siglo XX, algunos de los grandes diseñadores europeos financiaban parte de su negocio vendiendo licencias de reproducción a grandes almacenes norteamericanos. Eso llevó a que apareciese una gran cantidad de falsificadores que plagiaban piezas de Poiret, Lanvin o Chanel sin ningún acuerdo legal de por medio.
Actualmente, el mercado de las copias -fundamentalmente de moda y cosméticos- es un negocio que mueve unos 600.000 millones de euros al año, según datos de la Asociación Mundial de Consumidores (WCO). Toda esta actividad ilegal genera pérdidas en ventas directas, en recaudación para las administraciones, provoca paro y supone un fraude para el consumidor que puede poner en riesgo su salud y seguridad.
En el Museu Tèxtil conservamos algunos vestidos considerados de alta costura, desde un Worth, a un Santaeulalia, pasando por Dior o Balenciaga, por ejemplo. Algunas de estas piezas llevan etiqueta identificativa y otras no. También guardamos prendas con un diseño y confección impecables, similares a las creaciones de las grandes casas de moda, pero no llevan ninguna etiqueta de marca.
Pues bien, la conservadora Mercè López descubre en este breve vídeo que os ofrecemos, algunos aspectos curiosos que ha descubierto investigando piezas de alta costura de nuestro fondo.