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En el último blog os mostramos algunas muñecas de época que se están restaurando en el museo. Pertenecen al Museu Romàntic Can LLopis de Sitges, pero recientemente también se ha restaurado una muñeca maniquí del fondo del Museu Tèxtil para la exposición "Decòrum. Vestir la casa para la ocasión" que inauguraremos pronto. Este tipo de muñecas, que a veces tienen el estigma de aparecer en películas de terror, son habituales en las colecciones de indumentaria y veremos el porqué.
Las muñecas han existido desde la Antigüedad, sin embargo, su función como difusora de la moda describe a un tipo de muñeca muy concreta denominada Pandora, surgida entre el siglo XVII y XVIII, y también a las muñecas de producción parisina fabricadas entre 1850 y 1890, denominadas “parisiennes”, como la que os mostramos. Se trata de muñecas con cabeza y busto de porcelana, con los ojos pintados o de cristal y cabello generalmente de mohair. El cuerpo suele ser de piel de cabritilla relleno de serrín y cosido de manera que permite cierta articulación en piernas y brazos, además, internamente suele llevar alambres por lo que permite cierta estabilidad en las poses.
A mediados del siglo XIX la fabricación de muñecas de porcelana en Francia había alcanzado el nivel de industria y empresas como François Gaultier, Jumeau o Bru Jeune et Cie., se especializaron en este tipo de muñecas denominadas también muñecas o "lady". Su figura era la de una mujer esbelta, con indumentaria, peinado, joyas y maquillaje que reflejaban las últimas modas de París, no en vano los talleres donde se confeccionaban sus ropas eran afines a los de la alta costura femenina. El éxito de estas muñecas fue tal que diversas revistas femeninas incluían patrones para la confección de sus vestidos y consejos sobre los tejidos y el estilo de los complementos.
Izquierda, detalle de la ropa interior, la medias, los zapatos y de la construcción interna de la falda, con el tejido de tarlatana de refuerzo que se utilizada también para los vestidos femeninos. Derecha, detalle del encaje de bolillos y la pasamanería que decora el vestido.
De esta manera las muñecas volvían a utilizarse como medio de difusión de la moda. Las “parisiennes” eran un objeto de lujo, muy buscadas por modistas que las compraban para conocer los tejidos de moda y las nuevas formas de los vestidos. Dentro de la familia, este tipo de muñecas se utilizaba como aprendizaje en las técnicas de confección para las niñas, que ensayaban, a pequeña escala, la realización de los vestidos incluida la ropa interior, medias y accesorios como sombreros, bolsos, etc. Evidentemente había versiones más económicas, con cabeza de papel maché, pero que tenían la misma función dentro del hogar.
Muñeca Núm. reg. 22425 del Museu Tèxtil, vestida con un conjunto de tafetán de seda y peinada al estilo de la moda femenina de la década de 1870.
La vinculación con la moda de las "parisiennes" es el motivo por el cual eran buscadas por coleccionistas de indumentaria, como Manuel Rocamora, Lluís Tolosa o Maria Junyent, ya que permitía observar un conjunto completo de indumentaria, con complementos y toda la ropa interior. Otra coleccionista destacada de muñecas fue Lola Anglada, que atesoró más de 400 que se conservan actualmente en el Museu Romàntic Can Llopis, de Sitges. Ella no era coleccionista de indumentaria, pero compraba muñecas en anticuarios o las rescataba de rastros y las arreglaba, las vestía y les daba una nueva vida. Su afición fue tal que incluso escribió un libro dedicado a ellas "Les meves nines".